Bully, la chica del acantilado.

En lo alto de un acantilado, donde el cielo se tiñe de naranja y rosa al caer la tarde, se encuentra una niña con la mirada perdida en el horizonte. El viento juega con su cabello mientras sus pensamientos vuelan hacia su padre. Él siempre la llamaba “Bully” con una sonrisa cariñosa, un apodo que resonaba con ternura en su corazón.

Ahora, con su pequeño negocio floreciendo, siente una mezcla de nostalgia y orgullo. “Papá, ¿puedes verlo? ¿Puedes ver cómo tus enseñanzas han dado fruto?” murmura para sí misma, imaginando su respuesta. “Siempre supe que llegarías lejos, Bully. Siempre supe que harías algo grande.”

La niña cierra los ojos, y por un momento, puede sentir el abrazo cálido de su padre, envolviéndola en un manto de amor y confianza. Con una sonrisa, se gira y regresa a su camino, sabiendo que, aunque él no esté físicamente, su espíritu la acompaña en cada paso de su emprendimiento.

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